En su último libro,
Outliers,
Malcolm Gladwell desenmascara el sueño americano. El secreto del éxito está en las horas empleadas en conseguir un objetivo concreto. El mejor ejemplo del libro es Bill Gates. El mastermind de microsoft no se encuentra en esa posición por un golpe de suerte, sino por una combinación de agentes externos familiares, geográficos, culturales, históricos, etc. que le situaron en una posición privilegiada para poder revolucionar el mundo de la informática. Sustituye la teoría del lugar adecuado en el momento adecuado por la de las 10.000 horas de práctica necesarias para llegar a ser experto en una materia, ya sea tocar el piano o jugar al rugby.
Yo me planteaba la validez de esta teoría durante la proyección de la genial
Anvil! The story of Anvil! (Sacha Gervasi, 2008), un rockumental sobre un grupo de heavy metal canadiense que tras su álbum
Metal on Metal en los 80 se adivinaron las grandes promesas de la escena del cuero. Pero nunca más se supo. A pesar de sus 13 intentos de saltar a la fama con nuevos álbumes y de constantes esfuerzos, ensayos y conciertos con una audiencia cada vez más reducida, el presente es gris para los originales miembros de la banda. A los 50 y trabajando como repartidor de comida en una empresa de catering durante el día Steve,
"Lips" continúa su lucha por convencer al mundo de su talento.
Antes que nada, reconozcamos el valor cómico de la figura del heavy. La masculinidad malentendida de pantalones apretados que resaltan miembros viriles junto al exceso y al alcohol, contrasta con las melenas rubias rizadas, más propias de una comunianta. Los movimientos de lenguas, las posturas de agresividad mientras se toca la guitarra, los gestos demoníacos de ceños fruncidos y cuernos contienen un gran valor humorístico. Los creadores de
This is Spinal Tap fueron los primeros en darse cuenta y en fundar un movimiento de mofa a lo heavy que dura hasta hoy. Su sombra es tan alargada que sin Spinal Tap no existiría Anvil! Los paralelismos son tan inevitables que en ocasiones resultan forzados: Una gira fallida con una manager inepta que resulta ser la pareja de uno de los miembros. Si ST tocaban para una convención canina, Anvil lo hace en bodas. Si ST se pierden en los pasillos de una sede, Anvil se pierde en las calles de Praga. Si ST tienen amplis que llegan a 11, Anvil graba su útimo álbum a ese mismo volumen. Todo un abanico de referencias que no consiguen por un momento que perdamos el respeto a los miembros de un grupo injustamente fracasado.
Si fueran solo necesarias 10.000 horas de práctica, Anvil estaría en la cima del Olimpo del Heavy metal. Les fallaron otros factores, la ausencia de productores avispados y de discográficas oportunistas en un pais poco interesado en guitarristas que tocan con vibradores. Les falló el apoyo de una familia más interesada en las finanzas que aspiraba que sus hijos se convirtieran en sastres. Les fallaron distribuidores, managers, guitarristas. De algún modo les falló todo menos el ímpetu, de la motivación y las ganas de seguir haciendo música y de vivir de ella.
Tropiezo tras tropiezo, Anvil vive un existencia más accidentada que el rodaje de Lost in La Mancha pero esto no impide que por un momento levante el campamento e inicien la retirada. Con pocos prospectos de victoria, el grupo mantiene un sueño que sólo fuertes pasiones pueden sostener. Y es en este aspecto que Anvil nos recuerda a
The Wrestler y no sólo por las escenas rodadas en cocinas industriales. Una reflexión sobre la vida, la muerte, la edad, los sueños. Una historia que me ha hecho reir, me ha hecho llorar, me ha hecho identificarme, me ha hecho desearles lo mejor a Anvil.
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