Goody Bye
Esta mañana, he pensado en la muerte.
Me he despertado con la noticia en la radio del intento de asesinato a martillazos a Jade Goody, la estrella del reality TV inglés. Para aquellos que no sigan la prensa rosa de las islas británicas, Jade concursó en Gran Hermano en el año 2002 y alcanzó la fama gracias a su profunda ignorancia y al valor cómico de la misma. Jade creía que pistacho era un pintor italiano y que Cambridge es un barrio de Londres. A pesar de que no ganó, consiguió mayor cobertura mediática que el que se llevó las miles de libras y entonces fue cuando empezó el horror: Vídeos de fitness, novios modelo, perfumes homónimos, dos autobiografías y declaraciones sobre una familia disfuncional de madre lesbiana y tullida y padre ausente. Un drama social que hizo que miles de británicos se identificaran con las penas de una vida manejada ya por Max Clifford.
Después llegó el incidente que recorrería el mundo entero: participando en Celebrity Big Brother, la version del Gran Hermano de famosos, Jade fue la protagonista y bully de un incidente racista contra la concursante india Shilppa Shetty que concluyó en la inmediata expulsión de la casa y en numerosas disculpas impresas en cada diarío de la mañana. El patetismo de la situación llegó a extremos lastimeros y Jade visitó India donde las cámaras la esperaban para ser fotografiada, en sari, junto a niños en bellas escenas costumbristas. Mientras concursaba en el Gran Hermano indio 2008 fue informada del cancer terminal.
Jade va a morir.
Una historia conmovedora, muy de nuestros días, manipulada y manejada como si se tratara de una novela de ficción por entregas que ha durado 7 años. Hubiera sido trágica en el caso de que se hubiera detenido ahí. Una retirada a tiempo, más que una victoria hubiera sido una discreción. Pero no, decide casarse, realizar sesiones fotográficas con la cabeza calva, ruedas de prensa, bautizarse y bautizar a sus hijos y con cada movimiento domina la primera página de la mayoría de publicaciones británicas (incluso The Observer!). Estamos condenados a presenciar la muerte de un personaje por el que no tenemos ninguna simpatía, y más que recordarnos que la muerte nos llega a todos nos hace desear que el sufrimiento acabe pronto.
Me obligan a ser una mala persona. Dentro de mi hay una macabra esperanza que chilla que todo esto es un montaje, que es un stunt periodístico y que Goody ni tiene cáncer ni va a morir. Y de algun modo esta teoria me gusta mas que su inminente muerte asesinada o por una enfermedad terminal.
Me obligan a ser una mala persona porque mi reacción cuando he escuchado la noticia del intento de asesinato, ha sido la de sentir lástima, es una pena que el atentado no se haya llegado a perpetrar. Con este calvario de existencia, me siento identificada con la agresora y le encuentro millones de justificaciones a su acción. Al igual que yo cada mañana, debió de decirse a sí misma: "Si escucho una vez más el nombre de Jade Goody, voy con un martillo y la mato".
Para mas información, lean el fantástico artículo publicado en The Guardian el pasado Sabado.
Me he despertado con la noticia en la radio del intento de asesinato a martillazos a Jade Goody, la estrella del reality TV inglés. Para aquellos que no sigan la prensa rosa de las islas británicas, Jade concursó en Gran Hermano en el año 2002 y alcanzó la fama gracias a su profunda ignorancia y al valor cómico de la misma. Jade creía que pistacho era un pintor italiano y que Cambridge es un barrio de Londres. A pesar de que no ganó, consiguió mayor cobertura mediática que el que se llevó las miles de libras y entonces fue cuando empezó el horror: Vídeos de fitness, novios modelo, perfumes homónimos, dos autobiografías y declaraciones sobre una familia disfuncional de madre lesbiana y tullida y padre ausente. Un drama social que hizo que miles de británicos se identificaran con las penas de una vida manejada ya por Max Clifford.
Después llegó el incidente que recorrería el mundo entero: participando en Celebrity Big Brother, la version del Gran Hermano de famosos, Jade fue la protagonista y bully de un incidente racista contra la concursante india Shilppa Shetty que concluyó en la inmediata expulsión de la casa y en numerosas disculpas impresas en cada diarío de la mañana. El patetismo de la situación llegó a extremos lastimeros y Jade visitó India donde las cámaras la esperaban para ser fotografiada, en sari, junto a niños en bellas escenas costumbristas. Mientras concursaba en el Gran Hermano indio 2008 fue informada del cancer terminal.
Jade va a morir.
Una historia conmovedora, muy de nuestros días, manipulada y manejada como si se tratara de una novela de ficción por entregas que ha durado 7 años. Hubiera sido trágica en el caso de que se hubiera detenido ahí. Una retirada a tiempo, más que una victoria hubiera sido una discreción. Pero no, decide casarse, realizar sesiones fotográficas con la cabeza calva, ruedas de prensa, bautizarse y bautizar a sus hijos y con cada movimiento domina la primera página de la mayoría de publicaciones británicas (incluso The Observer!). Estamos condenados a presenciar la muerte de un personaje por el que no tenemos ninguna simpatía, y más que recordarnos que la muerte nos llega a todos nos hace desear que el sufrimiento acabe pronto.
Me obligan a ser una mala persona. Dentro de mi hay una macabra esperanza que chilla que todo esto es un montaje, que es un stunt periodístico y que Goody ni tiene cáncer ni va a morir. Y de algun modo esta teoria me gusta mas que su inminente muerte asesinada o por una enfermedad terminal.
Me obligan a ser una mala persona porque mi reacción cuando he escuchado la noticia del intento de asesinato, ha sido la de sentir lástima, es una pena que el atentado no se haya llegado a perpetrar. Con este calvario de existencia, me siento identificada con la agresora y le encuentro millones de justificaciones a su acción. Al igual que yo cada mañana, debió de decirse a sí misma: "Si escucho una vez más el nombre de Jade Goody, voy con un martillo y la mato".
Para mas información, lean el fantástico artículo publicado en The Guardian el pasado Sabado.
Labels: Injusticias
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