La edad
Esta semana he cumplido 32 años. Esta semana me he apuntado a un curso de yoga. Si bien a simple vista parecen dos eventos aislados, creo que están estrechamente relacionados y más que asustarme, me tranquiliza. Quiero pensar que me adentro en la mediana edad con madurez y consciencia de edad. Seré una anciana alcohólica, pero flexible. Un anciana que ante todo, va a evitar la incorporación de palabras usadas por las nuevas generaciones en su vocabulario habitual. Es un esfuerzo vano, que jamás funciona.
Recojo los tres instantes de mi vida que me llevan a reflexión.
El primero tiene qu ver con la practicante del barrio, Rosa, soltera y fumadora en cadena. Yo pensaba en el trauma oscuro que se ha de esconder en la persona que elige como profesión el castigo de los traseros de toda la vecindad. La miraba con sospecha. En realidad no me gustaba porque me hacía daño y lo más probable es que mi pánico a las inyecciones y vacunas venga de entonces. Ya en la adolescencia, la manía original fue reemplazada por la condolencia que los púberes proyectan hacia todo aquel que no es cool y cuando la veía en la terraza de algún bar exhalando humo me detenía a saludarla con una cruel semisonrisa. “Hola Pussy! Qué? Ya tienes novio?” Yo de seguido contestaba “No”, no tenía ningún interés en discutir mis asuntos sentimentales con ella. “Bueno, novio o amigo, que yo sé que ahora no lo llamais así”.
Un día lluvioso me la encontré en el bar de los billares con un aspecto espantoso, pálida y tosiendo constantemente. Me miró con los ojos vidriosos y repitió su habitual: “Ya tienes novio…?” Pero entonces se detuvo, como si hubiera dicho algo inadecuado y se excusó “Bueno… o… un Mogollón”
1. Mogollón.
La pobre mujer, debió de pensar que “mogollón” era la palabra mágica que te proporciona el cuño de ingreso en el grupo molón del universo guay juvenil. Un comodín, “mogollón” es la clave secreta que puedes colocar en cualquier lugar de la oración, asi que en lugar de novio, se tiene un mogollón, en lugar de un porro te fumas un mogollón y en lugar de maquillaje te embadurnas de mogollón.
Corrí a contarle la conversación a mi vecino Alberto con el que me llegué a pasar tardes hablando de Rosa y entonces nació una de las bromas más duraderas de la historia de mi vida: “Mogolloncito, qué haces?” era el saludo de conversaciones de teléfono, y “quieres ser mi mogollón?” era una mina de risas. La palabra llegó a formalizarse de tal modo que durante una temporada olvidé la palabra “Novio” y pensaba en términos mogollones. Incluso hablando con gente no familiarizada con el nuevo concepto, se me escapaba creando miradas de confusión. Porque claro, había gente con mogollón de mogollones… y en fín, infinitas combinaciones.
2. Cuajao.
En frente del instituto había una papelería de las de antes, con estanterías repletas de sobrecarpetas con mapas físicos de España. Los dueños eran una entrañable pareja viejuna que tardaba horas en servirte. El caso es que un día entré con mi compañero de clase Luis a comprar un boli. La señora anciana tardó siglos, y para cuando me entregó el cambio, Luis había salido de la tienda. “Es tu novio?” me preguntó (mala costumbre de emparejarte que hay en los barrios) “Nono” dije, lo que contestó: “Uy, pues bien podría, porque el mozo está bien “cuajao”.
Por último, un caso reciente. Ayer estaba trabajando en la sala de ordenadores cuando un profesor del cole entró a saludar. Brian viene a verme a menudo y siempre se las apaña para sacar en la conversación que está divorciado. Brian se tinta el pelo de negro y se lo está dejando crecer. Me preguntó por mis planes para Semana Santa para introducirse de pleno en los de este fin de semana. “Poca cosa, Brian”. “Y eso, no vas a salir?” “Nah” “No? Cómo es que una chica joven y guapa como tú se queda en casa? No? No vas a salir, no vas a ir….” Y aquí llegó el momento crítico. Yo creo que lo que quería preguntar era si no salgo a bailar. Pero el termino “bailar” (dancing) se le debió de antojar arcaico. Demodé. Así que lo más moderno que le vino a la cabeza fue…. “Boogying?”
3. Boogying.
Vaya que no está mal utilizar la palabra boogying siempre y cuando sea en el contexto adecuado.
Podemos concluir con que el error mayormente cometido es la malinterpretación de significados y el resultado es triste.
Pero disculpen, ahora tengo mi clase de pilates.
11 Comments:
¿Yoga? ¿Pilates? Nadar y follar, cari, nadar y follar. Y andar.
Miss. Pussy, una alegría leerla de nuevo. un beso
The return
Me ha recordado el principio de Hot Shots 2, aquello de "chachi que si a chachi que no". Por algun motivo, cuando la vi en sala ya tenia claro que aquello era un chiste con pronta fecha de caducidad...
Pero lo de cuajao me ha molado, que eso por aqui no lo he escuchado jamas.
Yo nunca entendí lo de 'pegote', se usa para hablar de algo grande o superlativo, cuando el signigificado es algo pequeño que forma parte de un cuerpo.
pensaba que un "pegote" era lo mismo que un coñazo
y que "cuajao" valía también para empanao
por cierto, soy gilipollas
Divorciado que se tiñe las canas y se deja el pelo largo.
Humm
Síndrome Anzar.
Pilates y yoga. Pues cuando cumpla los 32 me apuntaré de nuevo al gimnasio.
concuerdo en lo del trauma oscuro de los pinchaculos
¿Sabe usted que casi me da un infarto de emoción y alegría cuando he descubierto que ha regresado, queridísima Pussy? Por causa de eso, no he podido leer el post, cosa que haré en breve. Así que besos, Mrs. Galore :)
Y empiezo a leer y, felicidades. Hace un mes yo me metí en 42 y no está mal la diferencia, no? Tampoco es demasiada. Besos :)
Gracias, Enrique, yo tampoco me lo creo mucho aún...
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