Las mujeres los prefieren débiles

Titular en la página 13 del The Sun del Miércoles: Las mujeres los prefieren débiles. Según estudios llevados a cabo por una universidad al azar de los Estados Unidos especializada en teorías del gusto, la inclinación femenina es a buscar hombres pusilánimes, en los que se pueda confiar, manipulables, como quien dice. La revelación que hace asentir cabezas en autobuses y cafés contradice el tituar de la edición del Jueves: Las mujeres quieren machos, teoría esta vez, abalada por biólogos. Supongo que la justificación para tal oposición de corrientes de pensamiento es, como siempre, el momento del mes: Durante los períodos fértiles codiciamos un semental que atar a la cama, mientras que para el resto del tiempo, queremos un discreto oído con el que compartir Cola-Caos y Diarios de Patricia.
Y a mí que estos estudios dicen más del carácter de los científicos que del comportamiento de la mujer, jóvenes licenciados de alteradas hormonas y apisonadas líbidos, obsesionados con la creación de estereotipos compatibles a sus fórmulas.
Según sus pronósticos, ciertas épocas del més nos derretiremos frente a Steven Seagal, y otras, frente a Woody Allen. El caso es que, pase lo que pase, lo triste de la situación es que si leemos ambos titulares en la misma edición diaria, uno junto al otro aceptaremos ambos como ciertos.
Para contentar a un hombre la mujer ha de ser un chef en la cocina, una señora en la mesa y una puta en la cama, aunque yo siempre he preferido las chef en la cama, las señoras en la cocina y las putas en la mesa, pero para gustos, colores. Bien, qué haría falta para que una mujer sea feliz? Dicho lo dicho lo necesario es un salvaje en la cama durante la fertilidad y un enclenque en días laborables, un machista en público, un manejable en broncas y un mañoso en bricomanía. Lo que confirma mi teoría de que la monogamia es la peor de las vejaciones sexuales.