Witchfinder General - Michael Reeves

Recuerdo la primera vez que ví Witchfinder General (retitulada para los EEUU como The Conqueror Worm, 1968) perfectamente. La pasaban en el cine Cameo un domingo a las 11 AM y para poder llegar a tiempo tuve que ponerme el despertador. No es como otras veces cuando no estás segura de lo que vas a ver y el film termina sorprendiéndote, yo sabía de antemano que iba a ver algo especial y estaba lista para ello. Hacía un tiempo de perros, pero me lo tomé con calma. Me arreglé como si tuviera una cita largamente esperada y me abrí camino con mi gorro y mis guantes, paré a comprar el periódico y llegué justo cinco minutos antes de que empezara.
Recuerdo el entusiasmo del director del cine, que salió a presentarla y contó su casual encuentro con Vincent Price en una tienda. Comentó también el trágico final de Michael Reeves, que murió de sobredosis en 1969, un año después del estreno del film.
La sala estaba semivacía, no éramos más de 15 personas, así que me acurruqué en mi asiento, me quité los zapatos y esperé a que las luces se apagasen y el telón amarillento con la mancha en el centro se abriese.
Sobre el tema de la caza de brujas y la inquisición hay otras dos pelis de la misma época, The devils de Kurt Russell y The mark of the devil de Michael Armstrong, pero esta es superior a las dos. Es posible que la peli no haya salido triunfante en su batalla contra el tiempo y que sea algo cursilona, pero el retrato de una ultraviolencia tan cruel la salva de la quema. El personaje del cazabrujas Matthew Hopkins es macabro y vil hasta alcanzar tal patetismo que podría resultar paródico.
El argumento está basado en una novela de Roland Bassett de tintes freudianos, pero se resuelve con el buen gusto que le otorga el erotismo y la violencia.