Domingo por la mañana

El sol dibuja las sombras de los balcones sobre los muros, pero no durarán. Lloverá pronto; desde la ventana veo un grupo de nubes enormes y bajas que se aproximan rápidamente. El aire es frío, pero no me quiero mover del sofá ni para cerrarla. El olor a tabaco es insoportable, los ceniceros sobre la mesa rebosan colillas y aún así, me enciendo otro cigarro.
Miro a mi alrededor. Sobre la moqueta descansan una botella de whisky, latas de cerveza y una de Irn Bru. Quién bebía Irn Bru? Qué más dá, lo más probable es que ya no recuerde su nombre. Las recogeré cuando me acabe el cigarro.
Llevo despierta más de 30 horas, pero no estoy cansada. Repaso alguna conversación, algún gesto que aún está reciente porque en breve desaparecerán para siempre. Los volveré a ver? No creo. Los discos que seleccioné para la velada apoyan desordenados sus bordes contra la pared. Me sorprende ver que la carátula del disco de DAF es la primera del montón, ni siquiera recuerdo haberlo escuchado. También me sorprende que nadie se quejara.
Estoy tan despejada. Podría salir a Arthur seat antes de que empiece a llover; o ir a agotar las pocas energías que me quedan en el gimnasio. Pero me duele el estómago. Estoy hambrienta. “Cuando me acabe el cigarro me levanto”, pienso mientras repaso mentalmente qué hay en la nevera.
El pelo me huele a humo. Me repugna el olor tan fuerte, adherido como cera derretida. Las yemas de mis dedos están amarillentas y un punzante dolor en la garganta se asemeja a un alfiler clavado. De nuevo he fumado demasiado. “Necesitaré una ducha… cuando me termine el cigarro”
Podría llamarle. Estoy tan despierta, me sorprende la claridad de mis pensamientos. Me gustaría oir su voz y reir sus bromas… En cuando me acabe el cigarro.