La caza - Carlos Saura

Me gusta repetir que hay que adoptar la mirada de turista en la ciudad que habitamos. Despertarse cada mañana y pasearla como si fueramos nuevos a ella, porque solo asi descubriremos cosas nuevas, pequeños detalles en los que no habíamos reparado.
Con el cine ocurre lo mismo, disfruto revisando películas pretendiendo que nunca he estado frente a una pantalla antes, desprendiendo las imágenes de mis conocimientos previos, rescatando la virginidad en mis ojos.
Desde este punto de vista, La Caza (1965) es una sonora y dolorosa bofetada inesperada, un impacto cruel y amargo que deja secuelas indefinidas.
La simbología del film roza el peor de todos los terrores, el humano de la incomprensión, del abuso de poder, del egoísmo, del odio, del crímen, de la hipocresía, de la sospecha.
El asesinato de los hurones lo tengo grabado a fuego, tan intencionado, tan gratuitamente cruel que prefigura la caza última, la del hombre. Es casi tan poderoso como el cadáver del maqui escondido en la cueva, como la misma España guardaba en la recámara miles de crímenes de guerra. No es casual tampoco que los conejos contra los que disparan son mullidos, están tan enfermos como los personajes en sí(«Llegará un día en que los conejos se coman al género humano nos invadirán y formaran una nueva civilizaciones y como son mas pequeños que nosotros habrá lugar para todos y la lucha de clases desaparecerá y no habrá mas envidia y así se arreglara el mundo. Pero antes sostendrán una gran guerra con las ratas.»)
La película triunfa en tantos ámbitos que hablar sólo de lo metafórico se queda cojo, y no mencionar la aportación del genial Luis de Pablo en banda sonora, podría envenenarme.
Pero lo más inquietante es que sin conocer la historia de España, sin saber nada de todo esto, esta producción hiela y aterroriza como sólo la miseria humana puede hacerlo.