Colecciones infernales
Me gusta Shane Meadows. Odio a Sofia Coppola. Me gusta el emperador. Odio el atún. Me gusta el café y odio la manzanilla. Me gusta la pasta de dientes blanca, odio la de colores. La vida está llena de opciones, de las cuales unas te complacen y otras no. Las que no te satisfacen, se podrían ordenar en un listado de mayor a menor aversión. Es decir, yo prefiero cepillarme los dientes con un dentífrico azul a ver Maria Antonieta.
En música hay estilos que me gustan y estilos que detesto. Por ejemplo, no me gusta la colección de discos de mis padres, que a pesar de no ser un género en cuanto a afinidad armónica, lo constituye por la cantidad de veces que estos artistas conviven carátula a carátula: James Last, algún nocturno de Chopin, Ray Conniff, la banda sonora de Doctor Zivago, cantos gregorianos y algún recopilatorio de pop español. También está la del tío Manuel, el tío que fue moderno en sus días por ser rockero: Status Quo, Yes, Rush, Paul McCartney, Fleetwood Mac y U2. Pero hay algo que odio más: La música que ponen en los supermercados, los gimnasios y las tiendas de ropa. Massive Attack, Radiohead, Coldplay, Kaiser Chiefs, The Fratellis, Norah Jones, Katie Melua, Dido, James Blunt, Keane para supermercados. Trance farrullero, el que yo llamo “de autoayuda” en las tiendas de ropa pretenciosas y R&B, broken beat e incluso d&b en gimnasios.
El estimulo que pretenden provocar con esto lo desconozco. Quizá los expertos en marketing han desarrollado la idea de que el indie potencia la compra compulsiva de guisantes congelados y el Trance la de camisetas que brillan en la oscuridad y deportivas con cuernos. Pero a mí estas tendencias me agarrotan los dedos de la mano y me producen convulsiones. “Así es que esto es lo que escuchan los jóvenes”, pienso siempre, y en el caso del pop británico: “Rock de iglesia”. Lo de los gimnasios yo lo atribuyo a una forma más de machacarse: Ya que te mueles el cuerpo, destrózate también el cerebro, la combinación de ambos está directamente relacionada con el síndrome “cerebro líquido” que muchos de los asiduos padecen. Yo por eso cuando voy no me despego de mi i-pod.
Incluso puesta a elegir, cuando voy de compras prefereiría la voz de Ray Conniff.
En otro nivel está la colección de música del coche del compañero de trabajo que se ofrece a llevarte a casa. En este ámbito cabe cualquier cosa, con especial atención a los “Grandes Exitos del Rock”: The Smiths, David Bowie, Lou Reed, Rolling Stones, Van Morrison. Si como yo, eres bibliotecario, es probable que tu compañero sea un fan del jazz, pero el clásico también: Grandes éxitos de Miles Davies, Duke Ellington y Ella Fitzgerarld. No está mal, las anteriores colecciones son peores, es el fenómeno: “Gran éxito” el que me hierve la sangre.
Si a este odio le sumamos mi fobia a la música country, el resultado en forma de recopilatorio de "Grandes éxitos del Country" se convierte en mi mayor temor. Y desgraciadamente, esa parece ser la colección de discos predominantes de mis vecinos, que puedo escuchar desde el comedor de mi casa como si el equipo estuviera en él.
Si al menos les gustara Ray Conniff...
11 Comments:
Ay Pussy, pero estando allí se ahorra usted elementos tan perturbadores como mi vecina de quince años que escucha Camela.
¿Qué me dice a eso?
Un besazo ;)
ay, querida cuánto me alegran sus visitas, Camela... mmm... creo que prefiero el Country a Camela...
no se queje usted, fíjese la de batallas que podrá entamblar a stereo limpio con sus vecinos: ah, con que garth brooks? ...ahora verás, toma una dosis de divine!!!
Pues yo defiendo a Camela; no me digais que no se os pone el cuerpo guerrero. Ay... Eso sí, Pussy, qué post, Sra. Galore, qué post, qué maravilla. Un beso.
Camela es una ful inaguantable.
Camela han sido uno de los hitos mercadotécnicos y sociológicos de la música celtibérica, empezando en orden inverso, desde la cinta de gasolinera, hasta el disco de oro.
Y hablando de Ray Conniff, como odiaba las sesiones que se metía entre pecho y espalda mi progenitor cuando un servidor era infante, y, realizando una de esas ironías de la vida, ha acabado siendo toda una delicatessen para mi paladar.
Y, querida Pussy, al pueblo no le pida más conocimiento del que le ofrecen masticado y regurgitado. El jazz no existe tras esos tres artistas que usted comenta, al igual que la pintura no deja de ser un microespacio de Dalís, Picassos, Van Goghs y poco más... ¿Para qué moverse si pueden servirle a uno todo masticadito?
Hay de amores a amores y de odios a odios, pero a Ray Conniff.... ¡oh dios! (sí, o_dios con mayúsucula)
Jajajaja yo quiero ir a un gimnasio donde pasen dnb!! en realidad deberia ir a un gimnasio de todas formas!
Bah! para mi lo peor de todo son las tiendas de ropas en donde escuchan FM romance!!! no se si hay de esos hay en europa pero en sudamerica esta atestado: música para quinceañeras que deliran con la idea de sufrir por amor!
En defensa de los grandes existos, en algún viaje me compre un grandes existos de Miles con la versión más alucinante que escuche en al historia de my funny valentine!!! y lo compre solo por 2 euros!! Aunque si, en su gran mayoria esto todo asquerosamente masticado!
Y puedo decir orgullosamente que no tengo ni la menor idea de quién es Camela!
saludos
d16
Yo odio el post-rock actual ciegamente, se me eriza el pelillo y noto los tropezones carraspear por mi garganta cada vez que oigo sopores como Jesu, Caspian, Explosion in the sky, Mono… brrrrr Y lo que mas me jode es esa adoración sagrada que tiene por parte de cierto indierio.
Viva el post-rock, leñe! Y Raphael!
Ve Pussy lo que ocurre cuando se habla de musica? Hasta yo me enviolento...
Lo peor del post-rock es el término en sí.
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