Thursday, June 19, 2008
Wednesday, June 18, 2008
Robos en primera persona
Una buena historia es una buena historia, y como los bolígrafos, los mecheros y las cintas porno, pertenece al mundo. Es inútil reclamarlas como pertenencias, hay cosas que no deberían ser de nadie, y las buenas historias son como los buenos poemas, con los que te identificas y te provocan una correspondencia de emociones. Describen algo que conoces perfectamente, que has sentido, pero que no lo habías materializado en palabras. Una buena historia es a veces frustrante de escuchar porque duele saber que no se te ocurrió a tí antes, pero en nombre de la catársis somos responsables de predicarla porque guardarse algo bueno para sí es de egoístas.
Y es inútil mentir en esto, se experimenta cierta satisfación cuando le cuentas algo que te pasó a un conocido y al cabo de un tiempo te cuenta la misma historia en primera persona, como si le hubiera sucedido a él. Casi que dá pena desmentir su inocente desliz, su pequeña variación en el sujeto sufridor. Ha contado la anécdota tantas veces que ha olvidado de que no fue él el que la vivió. Pero todo está en la intensidad de la narración: no se transmite de la misma forma información que comienza con la frase: "Me contaron una vez" que con: "A mi lo que me pasó". A no ser, claro está, que sea una historia embarazosa o humillante. Recuerdo una vez, en una entrevista colectiva de trabajo, una de las pruebas fue contarle al grupo la situación más embarazosa de nuestra vida. Lo más probale es que lo único que el departamento de Recursos Humanos de la compañía quisiera averiguar fuera el sentido del humor y la habilidad de reirse de uno mismo de cada candidato. La mayoria de historias giraron en torno al alcohol, una borrachera que preferirías poder olvidar, pero el chico gordo, que apenas había participado en las conversaciones, contó detalladamente el día que se cagó encima. Esta, a pesar de ser una genial historia, nunca la robaría en primera persona.
Sin embargo, es nuestro deber y obligación adoptar las narraciones disparatadas, y a ser posible aportar nuestro pequeño grano de arena, personalizarla con detalles inventados y transmitirla a un público cuanto más extenso. Y que sea la última vez que oigo eso de: "Pero si eso me pasó a mí".
Thursday, June 12, 2008
Críticas educativas
La crítica es sana. Solidifica la piel, estira la columna vertebral, incrementa la adrenalina. Reproches, cinismos y desprecios ayudan a mejorar, a alcanzar un estado personal más aceptable, más cercano a la divinidad. Yo sé lo que digo, desde que este blog abrió sus puertas hace más de tres años, he recibido millares de comentarios de desaprobación y odio. Y sin falta, cada semana recibo algún mail que me recuerda que ya no es tan interesante como lo era antes, o que nunca fue interesante en absoluto, o que no sé escribir, o que no sé pensar... o que pienso demasiado. Y creo que con los años mi inmunidad a las adversidades aumenta, y eso no puede ser malo. De veras aprecio las malas críticas, si no fuera por ellas mi lado egomaníaco y la soberbia dominarían mi carácter, y dios no lo quiera! Me sentiría especial y mis niveles de autoestima se suspenderían en la zona positiva del gráfico de mi personalidad y el simple pensamiento de esa posibilidad hace que me desprecie un poco.
Lo que es bueno para mí, ha de ser bueno también para los demás. Quiero vivir en un mundo mejor y no se me ocurre otra forma que criticar a aquellos que me molestan para que aprendan, recapaciten y cambien.
Las preferencias culturales deben de ser una de las informaciones que reside en los genes. Hay algunos que nacen con la predisposición de descubrir y disfrutar de manifestaciones artísticas y otros que optan por seguir las reglas mediáticas culturales. La biología dicta las leyes, y una vez impresas, las células mandan y nada ni nadie puede cambiarlas. O bien eres de los que es capaz de seleccionar de entre las diversas tendencias aquéllas que más se acercan a tus predilecciones personales, o estás condenado a la pereza intelectual.
Entre estos últimos, poco dados a la investigación, el común denominador es contar con un gran orgullo educativo. Por lo general tacharán de "raro" todo lo que no salga en los medios habituales, pero la carencia de todo criterio artístico, conlleva el aferramiento a los pormenores de la vida. Al ofrecerles la posibilidad de opinar sobre dilemas éticos, programas como El diario de Patricia les han proveído de una dignidad engrandecida y la certeza de hallarse en el bando de los buenos. Esto ha alimentado su ego, cebándolo de veredictos, y la mayoría de sus pensamientos giran en torno a lo que está bien, o no, mejor aún, a lo que está mal. Porque el odio es parte de este individuo, como si hubiesen padecido en sus propias carnes la desgracia de la que se trata, condenan lo que les parece inaceptable, sin cuestionarse la más mínima alternativa. Personas para los que su moral constituye su fuerza de carácter, sólo mientras sea utilizada para juzgar.
Imposible debatir con ellos cuestiones como la infidelidad, la pornografía o ciertas cuestiones políticas porque ellos saben discernir el bien del mal.
Son aquéllos para los que la ética es una e indivisible, escuchan a Bisbal en el coche y leen lo último de Dan Brown. Pero no se amarguen, si hubo esperanza para mí, todos tienen salvación.
Tuesday, June 10, 2008
Monday, June 09, 2008
Lo normal
Llego a casa a media tarde, caminando entre la basura y las paredes descorchadas y ahora que el tiempo ha mejorado, entre gritos de niños que juegan en los setos torpemente vallados. Siempre presto atención a los coches aparcados en la puerta del edificio porque a veces los modelos son excesivamene costosos para un barrio como el mio. Deportivos y 4x4s oscuros de cristales ahumados y llantas doradas son los únicos coches que los maleantes del barrio respetan y no desmantelan por miedo a que pertenezca a "alguien" importante. Los coches baratos apenas duran un par de semanas.
Las escaleras me reciben con un concentrado hedor a orín y algún que otro yonqui esperando su dosis. Los domingos por la mañana surgen de la nada, en solitario, enclenques y frágiles pero con paso firme en dirección al bloque. Yo los miro desde mi banquito exterior, en el corredor que comunica las puertas de la planta, tan pálidos y malvestidos, pero tan determinados a llegar que parecen estar utilizando las últimas reservas de energía en aproximarse a la puerta. Como zombies en busca de carne fresca, cuando llegan a mí, sonrien con ansiedad mostrando una boca ausente de dientes.
-Son inofensivos. Al final, te acosturmbras a ellos.
Mi vecina, con un cigarro en una mano y una taza de te en la otra es lo único que me trae de vuelta a lo convencional. Se apoya en la barandilla y cierra los ojos placenteramente disfrutando del sol.
Su familia es como la de cualquier otro habitante de un barrio de bien, su marido sale a comprar cada mañana y sus hijos, de entre 12 y 16 años viven una existencia decente. Al margen de lo que sucede a sus puertas, el matrimonio lee con avidez. Yo los miro cada vez que vuelvo a casa a través de la ventana, bien cocinando elaboradas comidas, o escuchando los nuevos acordes de guitarra de la hija mediana, o más habitualmente, con un libro entre las manos. Contrariamente a lo que una bofetada de realidad supone, ver a esta familia a diario me provoca un shock de decencia, un reposo de esperanza.
Para vivir en mi state es necesario tener una razón, una tara. Como en Placido de Berlanga, las familias pudientes que adoptan un desdichado por Navidad se preguntan entre ellas: "Y a tí qué te ha tocado, un anciano o un enfermo?" Vivir en Pilton precisa de malaventuranza. O te toca ser yonqui, anciano o enfermo o tener falta de medios. O las cuatro cosas juntas. Yo y algún otro sin miedo a la muerte, nos aprovechamos de una renta económica. Mis vecinos tienen la baja permanente. Ella tiene un problema de espalda, y él... también.
Mientras me comenta algunas experiencias de su tiempo en el barrio, yo la miro desde mi banquito y me pregunto cómo ha conseguido mantener ese oasis de normalidad que es su casa, tan idílica, tan perfecta.
Friday, June 06, 2008
Disco Handbook
"By know you've heard the word and felt the fever. In newspapers and magazines, on radio and TV, in movies and advertisements, on city buses and airplanes buzzing the beach, the word is always the same - disco - and the fever is spreading."
Labels: Música
Thursday, June 05, 2008
Crímenes laborales
El centro de estudios está en alerta roja debido a ciertos robos que se han llevado a cabo en la biblioteca y las salas de ordenadores. El último fue ayer, una estudiante china se quedó dormida frente a un libro y cuando despertó se encontró con que su bolso había desaparecido. Los conserjes y vigilantes, tomándose muy en serio su labor, llamaron a la policía y patrullaron la zona, walkie en mano, buscando sospechosos.
Todas las pistas apuntan a que el culpable es un estudiante de informática con el cuello tatuado. Claro, no podía ser otro más que alguien con un enorme tatuaje en el cuello que diga: "Soy culpable". No, no me he pasado a la ficción: un par de testigos aseguran haberlo visto en acción e investigaciones que han rescatado del aburrimiento la vida de alguno de mis compañeros, han concluido que cuello-tatuado es el ladrón.
Inmediatamente después han llegado las acusaciones infundadas. Que si es el mismo que intentó forzar la taquilla de un profesor. Que si vende drogas a menores. Que si es aficionado a la pornografía infantil. Rumores, millones de rumores crecen en cada esquina, casi se escuchan sin la necesidad de palabras, es como un código de venganza y odio secreto que no precisa de lenguaje oral. (En medio de este tumulto de impresiones incluso me ha parecido oir a alguien asegurando estar enamorada de él, pidiendo que le dieran la oportunidad de reformarlo.)
Es por todos conocido que en situaciones adversas, la mejor defensa es la unión, y ni siquiera es una tendencia consciente, casi por inercia los afectados se agrupan porque tienen dos cosas en común: Son inocentes y luchan contra el mismo demonio. Ahora de pronto todos son complices y todos son mejores amigos, incluso aquellos con los que no he cruzado palabra en todo el año, se dirigen a mí como si fuera su mejor confidente.
Se me antoja que en este comportamiento se esconde un afán de protagonismo, en el fondo cada uno de ellos quiere ser el héroe que capturó al bandido. Todos tienen una historia personal sobre él y la cuentan como si fuera lo más excitante que les ha pasado en su vida, aunque la anécdota sea que coincidieron en el ascensor, porque en el fondo lo que quieren narrar es cómo lo redujeron cuando estaba a punto de robarle la cartera a una pobre estudiante polaca, lo dejaron inconsciente y lo entregaron a la policía consiguiendo el corazón de la extranjera. Y salieron a hombros.
En estas situaciones más que en ninguna otra, yo me siento sola. Como una marciana que acaba de aterrizar en la tierra y no entiende nada, como si fuera una especie diferente. Como si estuviera de más.