Bad timing

A Nicolas Roeg, después de trabajar con Mick Jagger y David Bowie se le ocurrió que el siguiente podria ser Art Garfunkel. Esmirriado, cabezón y con la expresión de haber nacido ayer, el miembro de Simon & Garfunkle tenía tras de sí la experiencia de Catch-22.
Insultado por su distribuidor, denostado por la crítica, renegada por el público y tan extrema, que los protagonistan estaban deseando finalizar el rodaje cuando antes, Bad Timing (1980) no ha perdido un ápice su calidad de molestar ni de polarizar espectadores.
A través de continuos flash-backs, el psiquiatra Alex Linden (el cantante) acompaña a la inconsciente Milena (una bellisima Theresa Russell) en una ambulancia al hospital. Una vez alli, se la somete a una traqueotomia y Alex recuerda los detalles de su relación desde que se conocieron accidentalmente en una fiesta hasta la degeneración de la relación, en forma de juegos humillantes de sexo, poder e intercambio. Otros dos hombres entran en juego, Stefan, el marido de Milena (Denholm Elliott) y el policia que investiga el caso (Harvey Keitel) y ahonda en la hora de diferencia entre la sobredosis de la chica y la llamada de ayuda de Alex.
Uno de los grandes logros de la peli son los títulos de crédito, en los que vemos a la pareja estudiar obras de Klimt con la canción An invitation to the blues de Tom Waits como banda sonora. No tiene nada que ver con la narrativa de la peli, se presenta como un manifiesto estético.
Como dato rosa, no puedo dejar de comentar que fue durante el rodaje de esta cinta que Roeg y Russell se enamoraron, relación que llega después al altar, lo que me sorprende sobre todo por la representación del amor en la película. La pareja se destruye, se consume, se agota y se exprime como un juguete en las manos de un niño.
La escena que planteó más polémica y que llegó incluso a la censura gira en torno a la necrofilia. No digo más. Lo que si que diré es que si pensabais que el amor es bonito, esta peli os quitará la idea en una hora y media.