Sucedáneo de caviar en la mesa sobre la que se divisa el árbol de Navidad de plástico, bajo el cual decenas de paquetes envueltos en rojo esconden bolsos de imitación de Channel y relojes de Gucci. Pero nada como los regalos que no se envuelven, a falta de ideas, siempre pueden pagarle a su señora una visita al quirófano o un par de inyecciones Botox.
Lo auténtico se ha convertido en una opción más en un mar de artificios tan reales que distinguirla es un arte joyero. Ya no es necesaria la dieta saludable porque maquillajes, peluqueros, operaciones y el photoshop nos transforman en perfectos individuos de retocados y caprichosos detalles. Nos rodeamos de pantallas LCD que realzan la imagen, re-edits de viejos temas, uñas de porcelana y vidas sexuales de látex e internet, la ficción nos atrapó tan jóvenes que incluso situaciones cotidianas cobran cierto aire de escenario y ensueño.
Anécdotas exageradas y embellecidas, recuerdos transformados, rasgos disimulados, personalidades adoptadas y situaciones inventadas. Alcohol y paraísos artificiales. Es el miedo al terrorismo una amenaza inculcada? y el cambio climático?
La realidad no es más que la imitación de nuestros anhelos.
Ya no es necesario leer historias de princesas porque a nuestro alcance está ser las protagonistas, introducirse en la ficción y disfrutar de la representación. Tan horrible es la realidad que preferimos camuflarla a toda costa? como despertarse con una persona diferente a la que te acostaste? No, simplemente el engaño se ha convertido en tal parte integrante de la realidad, que para negociar con mi estado, cuento con la ventaja de la experiencia en la mentira.
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