Una historia de mi vida

De pequeña me entraban ataques de ansiedad cuando llegaba la hora del almuerzo. Mi madre es poco convencional a la hora de hacer bocadillos y nunca sabiamos qué podiamos encontrarnos. No puedo ver el atún desde aquellos dias en que mis libros aparecian llenos de aceite y aquel olor en la cartera. La tortilla en pan de molde envuelto en papel de plata es el peor invento de la historia desde el esperanto: se quedaba todo humedecido y pegado al papel y ni chupando lo sacabas. Los dias de nevera de divorciado: pan, aceite y sal. Un dia me puso una anchoa. Una y no más en medio pan de a cuarto. Con aceitito alrededor, eso si. Yo queria un simple bocadillo de jamón.
Después crecí y decidí almorzar siempre en bares.
Después vino lo de la alcoholemia.
Un dia de compras sin dinero sisamos unos CD’s de una cadena de productos de ocio cultural. No diré el nombre, sólo que es la más grande de España. Y es francesa. No tenia dinero porque me lo habia gastado todo en vodkas. A la salida los gorilas nos estaban esperando. Nos llevaron a un cuartito, nos soltaron un discurso castriano y nos tomaron los datos.
Un par de años después necesitaba trabajo y mandé un curriculum falso a la cadena. Me llamaron para la entrevista y me dieron un puesto. Allí estuve una temporada hasta que me fui del pais. Después me llamarian para preguntarme si queria volver. Pero para entonces ya era tarde.
Pasaron los dias y las noches y un dia con resaca escribí este post.